¿QUÉ ES LA SINESTESIA EN ORATORIA?

Etimológicamente proviene de los vocablos griegos; συν (syn), que significa ‘junto’, y αἴσθησις (aísthesis), que traduce ‘sensación’. La sinestesia es percibir una sensación a través de los sentidos. Muchas veces de forma simultánea.

Este término es usado mayormente en el campo de la biología y de la psicología. Entonces ¿qué tiene que ver con oratoria? Se dice que las palabras son sinestésicas porque tienen efecto estremecedor y hacen eco en las personas.  Pero para que eso suceda el orador tiene que saber sincronizar bien las palabras con el movimiento corporal. Alan García, orador famoso aclara al respecto; 

“…Un ejemplo ya mencionado es el del ácido, pero ya no con la ayuda de un objeto sino con su definición. El objetivo será lograr describir tan bien y pertinente lo que es comer un limón que esa descripción genere en sus oyentes la más viva sensación del ácido. Hay palabras sinestésicas; es decir, no se dirigen al cerebro, sino al cuerpo, contagian sensaciones, así como el acto de bostezar contagia el bostezo. Para tener la capacidad de utilizarlas, debemos hacer un recuento de las palabras (remecer, arrancar, impulsar, etc.) que generan automáticamente sensaciones corporales…”  

"Un comentario ácido y una noticia amarga". Veamos con detenimiento ésta metáfora, ni los comentarios ni las noticias tienen sabor… ¿Cómo puede ser entonces? Existe una teoría que dice que todos somos sinestésicos al nacer, pero que con el desarrollo se produce un procesamiento de la información sensorial más separado.

Nuevamente citaremos a García, quién de manera teatral explica el efecto de una palabra acompañada con el lenguaje corporal. 

“…Igual ocurrió cuando afirmé que la ciencia ´remece y reduce a escombros las viejas teorías´ o que, ´el aprismo es un arañazo de Dios en la historia del Perú´. En el cerebro de los oyentes resulta paradójico imaginar el inmenso poder de Dios con una garra, e imaginar la fuerza sin límite de esas uñas atravesando el tiempo y la geografía como un sello” 

El cuerpo es un testigo infalible de la verdad. Es muy difícil expresar con él una mentira: parpadea rápidamente, mira hacia la izquierda por la función de los hemisferios cerebrales, tiembla, se reacomoda en la silla, la voz vibra inmediatamente de otra manera. Por eso, el polígrafo rastrea los cambios internos, el aumento de la presión arterial, los cambios en la intensidad de la pupila, las variaciones eléctricas, etc.