Las técnicas y habilidades a veces son innatas otras veces adquiridas. En oratoria funcionan ambas cosas. Durante los años que vengo enseñando oratoria a los niños, adolescentes y jóvenes, y desde mi propia experiencia puedo afirmar sin temor a equivocarme, que los talentos por más que son innatas necesitan ser pulidas, refinadas y educadas. Claro está, un niño con talento natural tiende a aprender mucho más rápido que aquél que no lo posee, porque su inclinación y su afición hacen que adopte y asimile más eficazmente las enseñanzas. Pero también, el niño sin talento natural, pero dueño de una actitud positiva y una fuerza de voluntad arrasadora, aunque demore un tiempo, al final logrará lo que tanto anhela ser: Un orador.
En la imagen de abajo tenemos muy claro de dónde tiene que surgir la oratoria, no es necesario que venga del exterior sino que está dentro de nosotros; nuestro cerebro es el principal motor para cotejar y ordenar nuestros pensamientos, nuestras ideas; la voz que emana de nuestros pulmones y expulsada desde el diafragma será nuestra principal herramienta de transmisión; nuestros brazos, manos y dedos, fabrican ademanes las cuales reforzarán nuestros argumentos y planteamientos; nuestra mirada expresiva estará en permanente contacto con la audiencia, para que cada detalle sea bien atendida. Todo nuestro organismo entra en juego para que el producto final que es el discurso, salga con total claridad y lleno de energía.
Según el estudio realizado en la Universidad de Harward, para tener éxito en la exposición necesita:
· Lenguaje : 25% (Aquí va incluido el mensaje)
· Voz : 30%
· Expresión corporal : 45%
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