Nuestro país viene atravesando por décadas una crisis moral y ética. Pero causada justamente por quienes se supone que deben velar por el desarrollo y progreso de nuestro país. Cada inquilino que llega al palacio del gobierno ve al estado como su botín y cual ave de rapiña desvalijan lo que encuentran a su paso. Los principios y los valores que tanto predicamos han sido pisoteados literalmente. En vez de respeto, honestidad, transparencia y trabajo digno; se ha instaurado la insolencia, la soberbia, el aprovechamiento y la corrupción. Prácticamente son gérmenes que están devastando nuestras instituciones gubernamentales de nuestro país.
Según un estudio de Pro ética los tres principales problemas que afronta el Perú son: En primer lugar la delincuencia y la falta de seguridad, lo sigue la corrupción y las coimas en el sector público, el desempleo y la falta de trabajo. Pero la corrupción cobra especial relevancia. Porque es practicado por las más altas esferas gubernamentales, quienes nunca han respetado su investidura. La corrupción ha echado raíces profundas y se ha convertido en un duro escollo que ya es difícil construir una sociedad justa, democrática y solvente. La corrupción está al mando de mafias organizadas y recorre todo el tejido estatal. Se renueva y se moderniza con la tecnología de punta y sin miramientos arrasa con todo a su paso. Le importa un comino el progreso y el bienestar de nuestra sociedad, parece que ya tienen tremendo callo en sus corazones tanto que ya ni sienten lo que pasa y lo que podría pasar. Según informe de MEF, 10 mil millones de soles se esfuman cada año en nuestro país, eso es para indignarse señores.
Los delitos que cometen los funcionarios públicos y servidores del estado son: concusión, peculado de uso, malversación de fondos, cohecho propio, tráfico de influencias y enriquecimiento ilícito. Las medidas de lucha contra la corrupción que ha implementado, el estado no es más que un simple saludo a la bandera, por ser infructuosas y carentes de efectividad. Los juicios y las sanciones brillan por su ausencia. Las cárceles solo están pobladas por delincuentes de poca monta, ladrones de gallinas, atracadores de la esquina y pandilleros. Pero los de cuello y corbata como siempre “inocentes”. Miles de denuncias contra los alcaldes están encarpetadas. Si es que son detenidos, después de meses, son declarados libres de polvo y paja y caminan campantes por las calles. Es una ilusión pretender que los propios corruptos se investiguen, sancionen y moralicen; porque el espíritu de cuerpo y la impunidad seguirán siendo la salvación de estos responsables de la decadencia de nuestro país.
¿La pregunta es, cuándo y cómo acabará la corrupción? La corrupción claro que debe desaparecer. Pero eso dependerá de cada uno de nosotros. Ya que los gobernantes de turno no han podido hacer nada. Por consiguiente; tenemos que tomar las siguientes medidas: tenemos que cambiar las estructuras del sistema de Gobierno; eso implica cambiar la Constitución Política, inhabilitar a los funcionarios cuyas trayectorias han sido manchadas de corrupción, hacer una convocatoria de nueva generación de líderes, con ideas revolucionarias, con valores y principios. Líderes que no se compran, ni se venden; Líderes que sean sinceros y honrados en lo más íntimo de sus almas; Líderes que no teman dar al pecado el nombre que le corresponde; Líderes cuya conciencia sea tan leal al deber, como la brújula al polo, Líderes que se mantengan de parte de la justicia aunque se desplomen los cielos.
Todavía albergamos la fe y la esperanza, en que nuestro país, un día logrará la verdadera libertad, soberanía política y económica, en donde la distribución de la riqueza será de forma equitativa, donde la honestidad, el respeto y la disciplina serán valores cuyas letras no solo estarán escritas en las paredes de los colegios e instituciones; sino que estarán escritas en nuestros corazones y grabada en nuestras conciencias. Eso es nuestro mayor anhelo, ese es nuestro sueño, y alcanzar aunque difícil no es imposible. Recuerden que aunque la noche sea más oscura, siempre habrá un claro amanecer, que por más que las nubes sean negras y densas, el sol seguirá brillando; que todo túnel por más largo y oscuro que sea, siempre tendrá otra salida y que todo río por más grande y caudaloso que sea, siempre tiene dos orillas. Seamos optimistas, tengamos fe en Dios, dejemos de ser espectadores de la crisis y convirtámonos en protagonistas del cambio.